El alcohol no ahoga las penas; sí a las personas
Las personas deben tener sentido del límite de las cosas, principalmente los jóvenes que ignoran cuantos peligros los asechan detrás de cada acción. Por ejemplo las bebidas alcohólicas, en que se comienza probando y se puede llegar al alcoholismo, una adicción enfermiza con alto costo para la vida.
No es retórica, la ciencia ha demostrado cuantos peligros se ciernen sobre hombres y mujeres que sin saberlo rebasaron el límite permisible de la narco dependencia.
El alcohólico llega a ese estado sin pretenderlo y solo saldrá del con ayuda especializada, una extraordinaria voluntad, gran apoyo familiar y con muchas concesiones de la sociedad.
Los daños a veces son irreparables en lo individual, en el marco familiar y en el social; se confabulan los accidentes, la violencia –en ocasiones con conductas suicidadas u homicidas-, y un cúmulo de diversas enfermedades que van desde las dolencias físicas hasta mentales.
Lo que comenzó como un simple juego juvenil, para impresionar a una muchacha, una apuesta, una falsa concepción de hombría, por desesperanza o por la incapacidad de resolver acuciantes problemas y creer que las bebidas los solucionan, pueden llevar un hogar al permanente otoño.
Si decimos que para “salir” hace falta ayuda especializada, es porque dejar la bebida bruscamente después de una estado avanzado, produce el síndrome de abstinencia, con peores efectos que la propia embriaguez.
La idea de que el cigarrillo calma la ansiedad y que el alcohol ahoga las penas nos llegó de generaciones antepasadas, formadas bajo diferentes conceptos morales, marcados por deficiente formación cultural y erradas apreciaciones de la realidad.
El alcohol, por el contrario, produce demencia, diferentes tipos de cáncer, enfermedades gastrointestinales, hepáticas, impotencia sexual, provoca el nacimiento de niños con bajo peso, entre otros daños.
Un alcohólico adquiere las características de la drogadicción, se convierte en un sujeto violento que atenta contra su propia persona, contra los demás y una de las peores consecuencias es la violencia familiar.
Como individuo con pérdida de la responsabilidad de actuación provoca accidentes, especialmente viales, lo mismo como conductor cuando está en embriaguez, que como peatón.
Desde el punto de vista social afecta al medio donde trabaja y la respuesta regularmente es la cesantía, porque nadie está dispuesto a tolerar su comportamiento.
Esta es una aproximación práctica al alcoholismo, los estudios científicos de contenido multisectorial revelan otras muchas conductas, y son explícitos en cuando a los temas de salud y al tratamiento legal, porque la actitud enajenante del alcohólico antes de llegar al nivel de enfermedad, es simplemente la de un antisocial, porque así lo califican las personas que lo rodean.
Eso significa que antes de llegar al estado de lástima que sienten sus semejantes, los principales calificativos son los que se reservan para aquellos que se desmarcaron de las normas de conductas de la sociedad.
Los padres tienen que velar muy de cerca a sus hijos, varones y hembras, porque a la preferencia por las bebidas no siempre se le da la importancia que requiere, incluso algunos lo consideran una adicción benigna o se vanaglorian de la madurez de su hijo.
Hace algunos años se ha modificado el comportamiento de los jóvenes con respecto a las bebidas, e independiente de lo que digan los estudios de campo, en la calle se ven actitudes y conductas negativas, nuevas para nuestra sociedad e incompatibles con ella.
La marcada comercialización de las actividades recreativas, el expendio de bebidas de manera creciente –aunque algunos critiquen que el ron está perdido- y otras muchas razones de sobra conocidas, despertó en los jóvenes una predilección por las sustancias hasta el estado de embriaguez, que va más allá de un estado alegría y se remonta a la extrema euforia.
Hay que inculcar a nuestros jóvenes que la felicidad no es un estado que se crea artificialmente con sustancias como el alcohol o el tabaco, sino que es una situación permanente a la que llegamos por el resultado de nuestro comportamiento y cuanto más sobrios, ¡mejor!
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