Primera planta nuclear cubana pudo haber sido pinareña
Cuando Cuba comenzaron los estudios para la construcción de la electronuclear de Juraguá, en Cienfuegos, las autoridades norteamericanas pusieron el grito en el cielo, como hacen ahora con los iraníes.
Sin embargo, con el mayor sigilo en el año 1958 realizaron investigaciones de factibilidad de una planta eléctrica nuclear en el puerto de Santa Lucía, en Minas de Matahambre.
Quiso el azar que llegara a nuestras manos un libro – documento (de limitada cantidad de ejemplares) olvidado por los propietarios de Minas de Matahambre S.A. cuando en desbandada partieron hacia los Estados Unidos.
El libro, con sus hojas amarillentas por los años y su carátula raída, contiene toda la información que suponemos en su momento fue clasificada o muy sensible, donde se exponen hasta los mínimos detalles del proyecto que por lo visto tendría continuidad futura hacia el resto del país, según las previsiones de la época.
Quizás la idea en su momento era magnífica, lo único que había total desprecio por la seguridad y salud de los cubanos, porque todo lo relacionado con “los peligros” aparecen minimizados, como si se tratara de un combustible noble y que pretendían mostrarlo como algo inocuo. En fin, su propósito era producir el cobre, mineral estratégico para su país y que extraían del yacimiento enclavado en el norte pinareño y que por lo dicho en sus estudios pensaban explotarlo hasta el año 1973.
La propuesta de instalar la planta en Cuba era de la Mitchell Engineering Ltd. Y la primera carta sobre el tema fue traducida con fecha 10 de enero de 1958. En la hoja dos de la investigación aparece como título: Estudio de las necesidades de electricidad para la provincia de Pinar del Río y la posibilidad del proyecto de instalar una planta nuclear en Santa Lucía. Más abajo había una descripción sumaria del proyecto y sus fundamentos.
En su descripción apuntan: “La provincia de Pinar del Río comprende zonas de gran riqueza económica, en parte explotadas, pero buena parte de ella insuficientemente desarrollada. Incluye las zonas tabacaleras más ricas de Cuba, las zonas cupríferas mineras más valiosas de la nación, que han sido explotadas desde hace medio siglo y en las que existen depósitos inmensos, minas de plomo, de baritina, canteras de mármol, zonas turísticas de gran atracción, zonas azucareras y arroceras, etc.” (SIC)
Seguidamente brindaba una visión de cómo estaba repartida la provincia entre los suministradores de energía, que eran, según el documento:
Hernández y Hermanos, S en C. (sociedad en comandita) que cubra la parte occidental de la provincia; la Planta Minas de Matahambre SA, en santa Lucia, que suple a las Minas de Matahambre y las necesidades privadas de Santa Lucía y el distrito residencial Matahambre; la Compañía Eléctrica del Noroeste SA, que cubre la parte Central- Septentrional; la Compañía Cubana de Electricidad que cubre la parte oriental de la provincia.
Según sus criterios el servicio que recibían las tres primeras zonas era totalmente inadecuado para la consolidación y expansión económicas de la región, estando su población en condiciones de inferioridad en comparación con el resto de la República en cuanto al disfrute de los beneficios que ofrece la electricidad barata, tales como la televisión, radios, refrigeradores, aparatos de aire acondicionado, cocinas eléctricas e implementos eléctricos de varias clases, bombeo de agua, alumbrado público, etc.…
Según ellos lo inadecuado del servicio era por cinco elementos, que describiremos: el alto costo a los usuarios; falta de capacidad de producción eléctrica para satisfacer las necesidades presentes y con mayor razón las futuras; ausencia de líneas eléctricas en buena parte del territorio, y deficiencias técnicas en otras; falta de capacidad de producción de reserva para casos de emergencia, y carencia de interconexión entre los tres sistemas.
Al dividirse el servicio eléctrico de una zona relativamente pequeña entre tres empresas independientes, sin conexión física ni económica entre ellas, las deficiencias de algunos sistemas no podían ser suplidas por los otros, la producción era entonces antieconómica, resultaba imposible hacer planes conjuntos de expansión eléctrica de toda la región y no existía la potencialidad para el financiamiento de esos planes.
En esencia habían previsto toda una fundamentación para la recomendación de construir la planta nuclear de 20 500 KW de potencia eléctrica neta, por Mitchell Engineering Ltd., de Londres, asociada con American Machine and Foundry Co. de los Estados Unidos, y que entraría en explotación antes de 1962.
Los planes eran tender líneas conductoras entre Santa Lucía y Pinar del Río pasando por San Cayetano, conectando también las líneas de Minas de Matahambre SA de tal modo que los tres sistemas de Hernández, Santa Lucía y el Noroeste quedaran interconectados físicamente. También se haría extensivo el suministro a la mina El Mono, que fuera renombrada en el período revolucionario como coto Julio Antonio Mella.
En el argumento seis del proyecto prometían que la empresa propietaria de la industria nuclear Santa Lucía instalaría varias máquinas generadoras diesel para cubrir las necesidades más apremiantes de la región durante el período de construcción de la planta matriz.
Las plantas generadoras funcionando hasta aquel momento, las conservarían en buen estado técnico para casos de emergencias.
Según sus proyecciones, cuando se alcanzara un mayor desarrollo industrial y agrícola, entonces construirían otra electronuclear de similar capacidad en La Coloma, enlazada con todos los sistemas ya descritos. Eso hablaba en favor de un desarrollo Electroenergético de Occidente a Oriente.
Para todas estas construcciones y posterior administración proponían una empresa paraestatal y una privada que aportarían capitales y recibirían ganancias.
Una de las sociedades anónimas, la paraestatal como única propietaria sería el Banco de Desarrollo Económico y Social (BANDES) o el Banco Nacional de Cuba como dueño de la central, los equipos y el material nuclear; la otra sería privada, con un contrato de arrendamiento.
La asesoría vendría de General Nuclear Engineering, de Clearwater, en Florida, quienes se comprometían a construir íntegramente la central, ejecutar toda la obra civil, instalar la maquinaria y equipos auxiliares, colaborar en la obtención del combustible nuclear, adiestrar el personal que la operaría y establecerían una garantía del costo de producción, todo por un precio alzado, del cual se pagaría una parte en pesos cubanos a los pocos días de la celebración del contrato y el resto en libras esterlinas o dólares en 11 plazos semestrales de diversos importes.
Aparte de la planta era necesario instalar subestaciones transformadoras, líneas de trasmisión, generadores diesel y otros equipos, los que estimaban en algo más de medio millón de pesos. El costo de fabricación de la carga nuclear con los gastos incidentales hasta dejarla instalada se estimaba en un millón 220 mil pesos.
En el documento consultado explican textualmente como sería la obtención del material radiactivo, consistente este en uranio U 235, que vendría en jackets (recipientes metálicos herméticos). Ellos esperaban que los desechos del proceso convertidos en plutonio les reportara una ganancia extra.
Para ellos el costo de reprocesar los desechos era despreciable económicamente y bajos los intereses de la Comisión de Energía Atómica. El suministrador del uranio de la carga inicial sería el Gobierno de los Estados Unidos, pero esperaban que pasado un tiempo habría otros proveedores, también los norteamericanos comprarían el material reprocesado para usos civiles… suponemos que es el utilizado luego en la industria de la guerra.
Hay dato un poco ingenuo entre las previsiones y es que los “riesgos y peligros” están controlados al punto que no era necesario hacer provisión especial en los costos de producción.
En un pronóstico futuro de los costos del combustible nuclear, el Doctor en Ciencias Comerciales Diego Malet, consideraba que en 1965 el costo sería un 20 por ciento más bajo que en ese momento (1958) y que en 1970 la baja total sería de un 40 por ciento, tomando la misma referencia. Dicha apreciación la hacía en La Habana, un 17 de enero, hace 50 años.
Así, en forma extremadamente abreviaba, exponemos las consideraciones sobre el estudio de factibilidad para instalar en una las más atrasadas provincias cubanas una planta, que en ese momento era lo más avanzado de la tecnología mundial, y que hubiera requerido importar, desde el último tornillo, hasta el primer operario.
Pinar del Río realmente no tenía personal para un proyecto de tal magnitud y la estabilidad política del país tampoco era garante del imaginable empeño.
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Caronte -
Teresa -