Tierra de tesoros
Con su extraño nombre que nos hace evocar a los aborígenes, la Península de Guanahacabibes es sin dudas tierra de tesoros. No de los que la gente supone enterrados por corsarios y piratas, que hace siglos como plagas incursionaron en el sensual Caribe, sino por la riqueza de su flora y fauna, los sitios arqueológicos y la virginidad de su bosque, que vio roto ese encanto con el huracán Iván.
Como una tierra de mil caras alberga en su seno la Reserva de la Biosfera, declarada por la UNESCO, es área protegida del Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente y también Parque Nacional, pero con irresistible interés turístico y elemento económico fundamental del municipio de Sandino, en el extremo occidental de Pinar del Río.
Guanahacabibes es una zona llana, al decir de los geógrafos, formada durante el cuaternario, con predominio de las rocas calcáreas, las arcillas y arenas blancas, donde hay un gran endemismo de la flora y una notable riqueza de avifauna, autóctona y migratoria, más gran diversidad de reptiles y mamíferos.
Pero como valor añadido a sus encantos naturales, es sitio de leyendas de cuando los piratas en sus correrías enterraban arcones con tesoros, y también de historias verídicas de los primeros años del período revolucionario actual, en que los grupos terroristas provocaban infiltraciones o realizaban salidas ilegales.
Más que eso, sin dudas Guanahacabibes tiene mucho que contar, por ejemplo la llegada de la expedición de Juan Rius Rivera con armas, municiones y hombres para las fuerzas del mayor general Antonio Maceo y Grajales, lugarteniente general del Ejército Libertador, que operaban en Vueltabajo como parte de la exitosa Invasión de Oriente a Occidente.
Ese hito histórico es harto conocido por tres elementos, en esa expedición llegó el joven Panchito Gómez Toro, el valiente Capitán hijo del jefe del ejército Máximo Gómez, que se inmolara junto al Titán, el general Antonio, el siete de diciembre de 1898 en la finca San Pedro de Rompe; también llegaron el llamado cañón neumático, decisivo en la campaña occidental y los primeros jóvenes rusos que se sumaron a la gesta libertaria.
El gesto internacionalista es de importancia, porque desde las primeras guerras emancipadoras, los cubanos tuvieron en sus filas a hombres de la talla de Gómez, Henri Reeves, Carlos Roloff... hasta el último período guerrillero con el Comandante Ernesto Che Guevara.
Quizás si Guanahacabibes no tuviera tanto ingrediente distinto, el sabor científico, económico y turístico se minimizara, y solo sería magnífico asientos de tortugas en viaje de maternidad, nerviosos venados saltarines en sus bosques o puercos jíbaros y cotorras bullangueras.
El futuro turístico va con buenos pasos, una marina se enseñorea en sus costas; los avezados buzos encontraran belleza singular en sus corales; los bañistas de otras latitudes gozarán del sol y sus arenas, mientras que los trabajadores forestales de la zona, los pescadores, guardafronteras y gente de ciencia en expediciones, seguirán como el mayor tesoro de la inhóspita región y siempre servidores del amigo foráneo, aunque con pupila insomne para preservar la integridad de la belleza.
Como una tierra de mil caras alberga en su seno la Reserva de la Biosfera, declarada por la UNESCO, es área protegida del Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente y también Parque Nacional, pero con irresistible interés turístico y elemento económico fundamental del municipio de Sandino, en el extremo occidental de Pinar del Río.
Guanahacabibes es una zona llana, al decir de los geógrafos, formada durante el cuaternario, con predominio de las rocas calcáreas, las arcillas y arenas blancas, donde hay un gran endemismo de la flora y una notable riqueza de avifauna, autóctona y migratoria, más gran diversidad de reptiles y mamíferos.
Pero como valor añadido a sus encantos naturales, es sitio de leyendas de cuando los piratas en sus correrías enterraban arcones con tesoros, y también de historias verídicas de los primeros años del período revolucionario actual, en que los grupos terroristas provocaban infiltraciones o realizaban salidas ilegales.
Más que eso, sin dudas Guanahacabibes tiene mucho que contar, por ejemplo la llegada de la expedición de Juan Rius Rivera con armas, municiones y hombres para las fuerzas del mayor general Antonio Maceo y Grajales, lugarteniente general del Ejército Libertador, que operaban en Vueltabajo como parte de la exitosa Invasión de Oriente a Occidente.
Ese hito histórico es harto conocido por tres elementos, en esa expedición llegó el joven Panchito Gómez Toro, el valiente Capitán hijo del jefe del ejército Máximo Gómez, que se inmolara junto al Titán, el general Antonio, el siete de diciembre de 1898 en la finca San Pedro de Rompe; también llegaron el llamado cañón neumático, decisivo en la campaña occidental y los primeros jóvenes rusos que se sumaron a la gesta libertaria.
El gesto internacionalista es de importancia, porque desde las primeras guerras emancipadoras, los cubanos tuvieron en sus filas a hombres de la talla de Gómez, Henri Reeves, Carlos Roloff... hasta el último período guerrillero con el Comandante Ernesto Che Guevara.
Quizás si Guanahacabibes no tuviera tanto ingrediente distinto, el sabor científico, económico y turístico se minimizara, y solo sería magnífico asientos de tortugas en viaje de maternidad, nerviosos venados saltarines en sus bosques o puercos jíbaros y cotorras bullangueras.
El futuro turístico va con buenos pasos, una marina se enseñorea en sus costas; los avezados buzos encontraran belleza singular en sus corales; los bañistas de otras latitudes gozarán del sol y sus arenas, mientras que los trabajadores forestales de la zona, los pescadores, guardafronteras y gente de ciencia en expediciones, seguirán como el mayor tesoro de la inhóspita región y siempre servidores del amigo foráneo, aunque con pupila insomne para preservar la integridad de la belleza.
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