Existe la creencia de que los pinareños son buenos combatiendo huracanes y los orientales enfrentando movimientos sísmicos, sin embargo en los dos extremos de Cuba ambas cosas pueden suceder indistintamente.
Hay reportes de destructores ciclones en el oriente, como poderosos sismos en el poniente y el éxito ante tales continencias lo asegura una población bien preparada.
Una comparación ilustrativa de lo dicho está en los fenómenos recientes en Haití y Chile; el primero fue menor y causó un número muy superior de daños que el segundo.
Las razones las encontramos en una publicación del doctor en ciencias Vladimir Moreno Toiran, director del Centro Nacional de Investigaciones Sismoló-gicas (Cenais), quien expone: "Por ejemplo, un terremoto de magnitud seis libera 32 veces más energía que un terremoto de magnitud cinco, lo que quiere decir que para equiparar en magnitud el terremoto de 8,8 ocurrido en Chile, se necesitan 48 terremotos de magnitud 7,3 igual al ocurrido en Haití".
El hándicap haitiano está en la carencia histórica de una infraestructura económica y social capaz de responder a las necesidades de su pueblo, incluso ante la menor catástrofe, por lo que están expuestos en grado superlativo por los altos índices de miseria.
Los fenómenos naturales son inevitables, pero sus consecuencias pueden ser reducidas si existen mecanismos estatales, voluntad política y un pueblo entrenado, acciones que vistas de conjunto son el verdadero secreto de los cubanos para enfrentar los cataclismos y que hoy día se reconocen hasta por los organismos especializados de las Naciones Unidas.
En la cola del caimán
Los terremotos |
Los terremotos son fenómenos geológicos de impacto súbito, son liberaciones bruscas de energía en el interior de la tierra; por lo tanto, científicamente no se ha desarrollado ningún método para realizar un pronóstico efectivo de este tipo de fenómenos; se realizan predicciones a mediano y largo plazos con los estimados de peligrosidad sísmica, como los presentados por el Cenais, y se trabaja fuertemente en el monitoreo de la actividad sísmica, el control de las zonas de origen y el estudio del régimen sísmico de estas. Según los especialistas "hacer pronósticos implica un mínimo de 30 a 40 años de información medida desde diferentes variables de las geociencias, la Química, la Física y otras, de forma regular en el mismo sitio y cotejadas con la aparición de terremotos, para poder diseñar los modelos que permitan después hacer las predicciones. Aun así existe un nivel de incertidumbre muy elevado". Por eso la tendencia principal es trabajar en la capacitación, para disminuir los elementos de vulnerabilidad y utilizar los sistemas de alerta temprana, en los que la incertidumbre es mucho menor. Moraleja: si se consigue disminuir los elementos de vulnerabilidad, disminuyen los riesgos. Los sismos se miden por magnitud, que es la energía liberada durante la ocurrencia del fenómeno. Se registra en las estaciones sismológicas en forma de ondas según su amplitud y período. En Cuba generalmente se emplea la escala de Richter. La intensidad se evalúa sólo en sismos perceptibles, según sus efectos en la superficie de la tierra en cada punto y sobre las personas, las edificaciones o el medioambiente. Depende de la distancia del hipocentro, la fuerza del terremoto y la geología del terreno donde se ubica el observador. Cuba utiliza las escalas MSK ó EMS. El hipocentro o foco es el lugar en la profundidad de la corteza terrestre donde se libera la energía del sismo y se mide en kilómetros. |
Como parte de esa preparación es este reportaje, porque aunque parezca raro el territorio que ocupa la cola del "caimán antillano", en su historia geológica conocida, ha sufrido más de un centenar de movimientos telúricos, casi siempre de poca intensidad.
Entre el 23 y 24 de enero de 1880, los habitantes de la provincia pinareña sintieron terror por un sismo que derribó la torre del campanario de la iglesia o parroquia mayor, ubicada entonces en la Loma del Cuní, después Plaza y hoy Parque de la Independencia.
Este fue el primer evento sísmico del país estudiado sobre el terreno y la investigación apuntó no sólo los lugares de las afectaciones y la ruina económica de la región, sino también a algunas interesantes observaciones ingeniero-geológicas de dos españoles, el padre Benito Viñes, S.J. y el ingeniero don Pedro Salterain.
Según los historiadores ese sismo fue de escasa intensidad y sus mayores efectos se sintieron en San Cristóbal, Artemisa, San Diego de los Baños, La Mulata, Las Pozas, Bahía Honda, San Diego de Núñez y Cabañas; y en menor grado también tembló la tierra hasta en Mantua, Viñales, Consolación del Norte (La Palma) y Consolación del Sur, donde fueron pequeñas las sacudidas.
Pero no fue el único, hay referencias de que el cuatro de febrero del año 1678 se registró un sismo en la Isla que fue perfectamente apreciado, aunque en sacudidas menores, en el territorio que 200 años después sería Pinar del Río.
Y otra información la tomamos de 1878, porque las narraciones de la similitud de lo que resultaba "trepidar del tren cercano" para los poblados del sur y centro de la vecina Habana, en la parte nuestra se relataba como "el tintineo de copas". Como ven la magnitud la gente la asocia según lo que sienten.
Si dividimos al país en tres porciones, la región cubana de mayor sismicidad se localiza en la parte suroriental, posiblemente debido a la falla que determinan el Pico Turquino y la Fosa de Bartlett. La más tranquila es la central, excepto Remedios-Caibarién, donde ha habido movimientos de relativa intensidad. Y con respecto al territorio occidental, algunos estudiosos argumentan que es de bastante actividad sísmica, mientras otros lo niegan. Es más, hay apuntes de que los aborígenes sabían de aquellos extraños movimientos que hoy día llamamos actividad sísmica.
Ya en época más reciente, el nueve de junio de 1981 hubo uno perceptible en la capital pinareña y en la localidad de San Juan y Martínez, de tipo inducido, en este caso por explosiones de prospección geofísica realizadas en la zona norte.
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