Hola, amor
Hoy es el día de San Valentín; para otros, simplemente, el de los enamorados. Son muchas las leyendas que se tejen para explicar el origen de la celebración, cuando es tan natural que todos los amantes tengan su momento.
No debiera ser un día. Es demasiado poco, el amor reclama espacio, dedicación, perseverancia. Si no, se marchita, como la flores abrazadas por el sol y carentes de agua.
El amor se puede comparar con las rosas. Sí la pasión es ardiente, afiebrada, pero no constante, se eleva sublime, acentúa los colores y luego, mustia, suelta los pétalos, como las hojas vencidas del calendario, que ya a nadie interesan.
Los enamorados deben reclamar los trescientos sesenta y cincos días del año. ¿Por qué solo un día? Si amar es uno de los pocos motivos en la vida que nos alegra el espíritu perseverantemente; convierte en dóciles a los compulsivos; agiganta a los pequeños; embellece la fealdad; hace tan alegre al gris, como al rojo o el azul; el frío desaparece en cuanto a la amada ofrecemos nuestro abrigo y los peligros decrecen, aunque ruja el león o el volcán vomite lava.
Quién no se siente caballero andante, sin armadura ni adarga, solo si es bien correspondido. Qué dama no se considera personaje de novela, ante el galán que se aproxima. Incluso, es el momento que más travesuras se hacen, después de haber abandonado la niñez.
Sé de gente de corazón adusto, que lo considera nimiedades; son tan materiales y supuestamente adultas, que aman por plan de trabajo; hombres que no regalan una flor, para que no duden de su virilidad, y mujeres, tan ataviadas de petulancia, como trozos de roca enfundadas en ropaje femenino. A esa gente le es difícil enamorarse, no festejan, porque no está en su “plan de tareas”.
Para obsequiar una rosa, escribir un poema o pronunciar un elogio cualquier día es posible. No tiene que ser un regalo lujoso, hay quienes se conforman con un beso, una caricia o simplemente una palabra de amor.
No es precisamente lo costoso lo que más recompensa; es el amor lo que menos cuesta y tiene más valor que el oro y las perlas. A veces se agradece mejor una tierna mirada, un acto de respeto o una erótica entrega, respaldada por la eterna fidelidad.
Un día como hoy, es momento de consagración a la pareja. No se trata del amor a la madre, a la hermana o a la amiga, otras celebraciones hay para ellas. Si hay un regalo material, bienvenido sea, pero el espiritual no debe faltar. Aunque sea ese franco saludo: Hola, amor.
Y no olvidemos la frase “Amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección.”
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