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Matahambre: weblog de Ramón Brizuela Roque

¡Ay, como cambian los tiempos!

El título es el estribillo de una antigua canción, digo, me parece. No pretendo deslumbrar a los jóvenes ni avivar los recuerdos en los viejos, sencillamente, desde mis posibilidades, quiero comentar del presente y del pasado.

Como han cambiado las cosas, todo lo más deseado hace daño, las ricas comidas, las bebidas, el sexo, los adelantos tecnológicos, el propio hombre como ser social...
Esos viejos con manos de roble, que cuando te saludan es como una tenaza de herrero, simplemente dicen: "Hijo estoy débil porque ya tengo 85 años, pero cuando tenía 20 reventaba una lata de leche condensada de un puñetazo".

Y si le preguntas cómo lo lograba, responde: "Vivía con carne de puerco con bastante manteca, ñame amarillo o malanga hervida, aguardiente, un tabaco, que mareaba al vecino y una buena hembra".

Ahora todo eso hace daño, la manteca eleva el colesterol y luego sobreviene el infarto; la malanga no hace daño a la salud, pero te lesiona el bolsillo; el aguardiente y el tabaco, ni hablar: cancerígenos para el esófago, pulmón, estómago, próstata y más allá.

¿Y la hembra? Ojo con eso, primero fue la hepatitis B que nos puso la carne de gallina y cuando no habíamos salido del asombro llegó el Sida, ¡vaya Dios!, tampoco el sexo es seguro, aparte de que la próstata no solo se vio atacada por bebidas y fumadas, sino también por la bicicleta, y la silla de montar a caballo, remedio de viajeros pobres.

Y de la pobreza ni hablar. Un cubano de antaño solo llegaba a millonario cuando pillaba una blenorragia, porque no se escapaba de los diez millones de unidades de penicilina. Ojalá que con el VIH se pudiera hacer igual.

Es como una maldición para los humanos, un pobre era feliz con solo aspirar a una inocente bicicleta Niágara, ahora se contenta con un móvil, pero cuánta crueldad, ya la Organización Mundial de la Salud lo metió en su clasificación de agente cancerígeno.

La verdad que es difícil levantar cabeza en la modernidad, porque te la rompen con una piedra. Uhhh, antiguamente las personas se fajaban a piñazos, aunque la diferencia de peso y talla fuera notable, ahora a la primera palabra aparece un cuchillo, machete, misil... o un ladrillo ninja, volador y agresivo.

En una cola, que eran escasas, usted llegaba y marcaba detrás de una señora o un señor; ahora es detrás de "la vieja aquella" o "el viejo aquel". Y aunque no haya ánimo de discriminar, también te dicen "voy detrás del segundo negrito".

A una persona le ponían una multa de tránsito y se pasaba días rondando la estación policial para ver cómo entraba sin que nadie lo viera, para solucionar el asunto; ahora escuchas: "Le voy a hacer una fiesta a fulano que sale de la prisión". ¿Por qué? ¡Porque desfalcó un almacén! Pero una tía, muy justificadamente aclara, "sí, pero lo de él no fue robo, fue hurto".

No voy a hablar de los ruidos, ya eso llegó a mayor nivel -no de ruido, sino de criterio- pero la cosa sigue igual, para qué atormentarlos con el tema. Con lo que sí los voy a angustiar es con la forma de conducir de hoy comparada con el ayer.

La calle es como un ruedo de toreo, aunque haya una ley nueva. La gente torea los carros y los carros embisten a la gente. Ni las aceras son seguras, por los parqueadores furtivos (así se le dice a los pescadores y cazadores ilegales); en las esquinas no espere un acto de caballerosidad, está prácticamente en desuso y si usted viaja en un auto lento, cuidado con el de atrás si es moderno, porque no sé si por derecho de edad, pero te pasa por arriba.

Nada de lo que les comento es noticia para ustedes, digo, si está informado y es observador.
Cuando termine de leer aquí dedique 30 minutos de su precioso tiempo a repasar la lista y verá que me quedé cortito, desde el título hasta el punto final.

 

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